Corrían los primeros días del 2015 cuando Federico Boscarino había comenzado su etapa universitaria en la Jackson State University, en Misisipi. El tenista tucumano, que en aquel entonces tenía 19 años, había llegado con una beca para estudiar mientras practicaba su deporte favorito. Hoy, nueve años después, sigue viviendo en Estados Unidos y ligado al deporte de la pelotita amarilla, pero desde otro ámbito.
Motivado por todas las dificultades que tenía para financiar su carrera en una Argentina donde todo se hace cuesta arriba, Boscarino estudió durante tres años y medio en Estados Unidos. El primer tramo en el establecimiento de Misisipi; y la etapa final, en la universidad de New Orleans, en Luisiana, en donde completó sus estudios y se recibió como administrador de empresas.
“La parte tenística es muy distinta a Argentina. Nosotros crecemos en polvo de ladrillo y acá todo es cemento. Es mucho más rápido, el juego va mucho más hacia adelante, la gente está parada más cerca de la línea, sacando mucho mejor”, le explicó Boscarino a LA GACETA sobre las diferencias en la propia disciplina, a las que debió adaptarse en su llegada a Norteamérica. Además, advirtió que el nivel del tenis universitario es “altísimo” y que está en constante progreso.
Claro, no fue sólo al tipo de tenis a lo que debió aclimatarse. “Las costumbres chocan mucho al principio, especialmente todo lo que son los horarios de la comida. Nosotros estamos acostumbrados a comer tarde y acá en la universidad a las 19, 20 la cafetería donde comíamos cerraba; entonces debías comer a las 18:30 o a las 19”, recordó Boscarino, que asegura ya estar totalmente acostumbrado a los horarios. Además, señaló que la comida es mucho más calórica por lo que la mayoría de las personas suben mucho de peso cuando se instalan en Estados Unidos.
Tras completar sus estudios, se trasladó a Nueva Jersey en donde trabajó durante un año en una academia de desarrollo llamada Brunswick Hills Tennis Center. Allí, conoció al ex tenista y actual entrenador eslovaco Vladimir Platenik, con quien hizo buenas migas y le ofreció una gran posibilidad laboral. “Él había estado en el tour profesional unos 20 años y había entrenado a jugadoras como Dominika Cibulkova, Belinda Bencic (ambas ex 4° del mundo), y muchas más. Pegamos muy buena onda y me comentó la posibilidad de ir a Europa a hacer eso; algo que me interesó mucho. En ese momento estábamos trabajando con Anna Blinkova (tenista rusa, actual 45° del ranking)”, relató.
De esa manera, el tucumano armó las valijas y cruzó el charco para instalarse en la Eslovaquia natal de Platenik y seguir sumando diferentes experiencias. Por un lado, fue entrenador de jugadores juniors -”muchos de Europa del Este, como Ucrania, Rusia, Eslovaquia”-, un trabajo que le comenzó a gustar desde los recesos veraniegos en la universidad. “Trabajé en campamentos de verano como ‘profe’ de tenis, se empezó a dar de a poco. Siempre me había gustado (dar clases)… Desde chico me encanta estar en una cancha de tenis, entonces el hecho de poder pasar esa pasión a la próxima generación me parece lindo. A partir de ahí fui escalando; la verdad que nunca pensé terminar viajando por Europa como entrenador a esos niveles”, analizó.
Por otro lado, también tuvo la oportunidad de ser sparring de varias jugadoras profesionales del más alto nivel. Entre ellas, además de Blinkova, de la kazaja Elena Rybakina (actual 4° del mundo) y de la rusa Veronika Kudermetova (19°). “Fue una experiencia increíble”, aseguró Boscarino, que también contó que hasta el día de hoy mantiene una relación de amistad con la rusa Blinkova.
Pero además, en Europa le había surgido la posibilidad de jugar interclubes, una competencia a la que apelan muchos tenistas ya que brinda ingresos económicos. Sin embargo, llegó la pandemia de COVID y en 2021, tras su etapa como coach y sparring, volvió a Estados Unidos, para instalarse en Miami. “Empecé a competir en algunos torneo abiertos y algunos ITF (Federación Internacional de Tenis), y me di cuenta que es muy difícil para un jugador mantenerse compitiendo todo el tiempo. Era demasiado entrenamiento, demasiado tiempo, demasiada plata… En lo económico es muy, muy difícil”, reflexionó.
Por ese motivo, decidió dejar de lado la posibilidad de jugar a nivel profesional tras haber disputado algunos torneos. Así se retiró el año pasado.
Sin embargo, no dejó de estar ligado al tenis. Aprovechando sus experiencias como entrenador, Boscarino se instaló como profesor privado y transmite sus conocimientos a quienes estén interesados en aprender tenis. En su vida privada, también el tenis está presente: su pareja (a quien conoció justamente en Estados Unidos y es la dominicana Daysi Espinal, capitana del equipo de Billie Jean King Cup de su país) y parte de una familia están muy metidas con el tenis en el país centroamericano. “Hacen torneos familiares de tantos que son”, contó entre risas.
Con su vida bien estabilizada, Boscarino no extraña el alto rendimiento que supo probar poco tiempo atrás y proyecta un futuro tranquilo siempre ligado siempre al tenis. “La verdad que el alto rendimiento, lo profesional lo hice y no es lo que más me interesa. Requiere de muchos viajes y es difícil estar estable cuando tenés tu vida en una valija. Por ahora tengo mis clientes aquí en Miami y estoy tranquilo; mucho más relajado y sin presión de resultados”, concluyó el tucumano, por ahora también sin contemplar la posibilidad de ser entrenador; una puerta que no cierra de manera terminante.